3.11.10

Diseño activista: reconstruyendo patrones

por: Ingrid Cordero

El los últimos años hemos escuchado hablar en Costa Rica de diseño sostenible, moda verde, y reutilización de materiales en productos de diseño. Por medio de exposiciones, desfiles, ferias, y gracias al interés de algunos grupos en el tema, la inquietud ha sido implantada en los diseñadores nacionales y estudiantes; logrando también la atención de organismos estatales en tiempos de crisis, quienes por primera vez entienden el potencial económico de este gremio y sus necesidades.
 A pesar de estas iniciativas, no se ha trascendido o profundizado en la forma de mejorar la calidad de los productos que cimienten firmes valores en la creciente industria, ya no solo con fines lucrativos, sino además con verdadera consciencia del impacto que nuestras acciones generan sobre el medio ambiente.
 “Activismo” es un concepto que pertenece a movimientos sociales, culturales, ambientales o políticos de carácter individual o colectivo con el propósito de crear acciones que estimulen al cambio y/o transformación de estas élites. La falta más grande en este primer peldaño en el que se encuentra Costa Rica, es precisamente continuar contribuyendo a la idea de productos amigables con la naturaleza sin la convicción necesaria, con escasos argumentos y sin acciones claras. El reto de la eco-sostenibilidad debería proponerse no solo como la plusvalía de una marca, sino como un estandarte donde el desafío coexiste en el pensamiento, la creatividad y la práctica.
Diseño sostenible es activismo, y el “Activismo” se edifica a partir del convencimiento, de estudios e investigación que cada diseñador establece, y en el mejor de los casos, de forma interdisciplinaria con centros formativos u organizaciones no gubernamentales de investigación.
La necesidad de cambio desde una perspectiva ecológica fue pronosticada desde finales de los años setenta, y por lo tanto, un tema bastante explorado, pero plantearse que la crisis ambiental es también una crisis de diseño, debería definirse y priorizarse en el panorama costarricense.
“Límites al crecimiento” fue el primer libro que advirtió tendencias globales a largo plazo en las áreas de población, economía y medio ambiente. Dicho escrito ganó relevancia alrededor del mundo, y aún hoy es objeto de estudio, ya que auguró el debate acerca de los límites de la capacidad de nuestro planeta para soportar la continua expansión económica del ser humano. Su autora, Donatella Meadows, fue fundadora también del Instituto de Sostenibilidad, y quien desarrolló los puntos básicos de intervención al sistema.
Las tres acciones más importantes son el punto de partida básico para establecer nuestra propia filosofía de trabajo, el manifiesto de una empresa, y la forma de consolidar el nuevo discurso de diseño ecológico/activista que hemos consumido hasta ahora. Primero, conocer las metas del sistema establecido y crear objetivos y estrategias de negocio coherentes al pensamiento del diseñador. El segundo punto es el poder de organización como una visión pluralista del proceso, con el objeto de proveerse información y crear las condiciones ideales para hacer que las metas sucedan. El último y más importante, eliminar los paradigmas que surgen del sistema porque si se influye en el sistema desde sus paradigmas, las nuevas ideas creadas afectan otros pensamientos.
En el contexto de la moda y los textiles, como ejemplo, el poder de organización se refiere a crear la mayor base de datos posible relacionada con sostenibilidad, materiales, comportamiento y cultura de producción y consumo, así como formular versiones mejoradas de los sistemas existentes. Conocer las metas del sistema es estar conciente de que el objetivo principal del sistema convencional capitalista son las ganancias, pero cambiar esta meta y sumarle fines sociales y ambientales pueden hacer un gran cambio. Finalmente, deshacerse de los paradigmas significa que no hay nada físico en los pensamientos, no son caros, lentos o pesados; para cambiar un paradigma sólo se necesita una nueva forma de mirar las cosas, dicho sea de paso, una característica en la que el diseñador debería ser experto.
Todavía existen personas que dudan de la repercusión de sus acciones en el ambiente y el sistema en general, sin embargo, el surgimiento de estrategias económicas que estimulan el comercio justo, el desarrollo de nuevas posibilidades de textiles como bambú, soya o celulosa (Lyocell); los concursos como “Ethical Fashion Show” en Paris, la popularización de conceptos como Slow Fashion y Hacktivism, así como nuevas prácticas derivadas del Activismo son verdaderos progresos de la cultura de diseño sostenible, y alentadoras luces de cambio.
Sin embargo, la definición de diseñador está en constante cambio, y en la actualidad, el ejercicio principal no se limita a producir calidad e innovación. Diseñadores como catalizadores de cambio, que promuevan nuevos modelos de negocio, que conecten y faciliten herramientas representan el futuro. No importa cuán difícil sea redoblar esfuerzos, sólo imaginarlo realidad abre una infinita carta de posibilidades, sobretodo ahora que la excepción del diseño sostenible se convierte en la regla.

Columna publicada en la segunda edición de la revista LOLA, Costa Rica. Setiembre-Octubre 2010.
Contacto: obragris@googlemail.com