El domingo 12 de julio, después de la desilusión en el mundial Sudáfrica 2010, encontré un artículo en un periódico alemán con el titular: “Die neue Nationalmannschaft” (“La nueva selección nacional”) refiriéndose a la nueva generación de diseñadores de Berlín. En estas fechas también se vivió una semana agitada en la industria de la indumentaria en esta ciudad con eventos como Mercedes-Benz Fashion Week, la feria Bread&Butter, desfiles de las principales universidades de diseño, Proyectshowroom, mercados organizados por pequeños diseñadores locales, una convención de bloggers de moda, y conferencias con personalidades como Otto von Busch encabezando la lista.Si el discuro del medio se refiriera más al diseño que al concepto minimizado de moda, como materialismo puro y frívolo, quizá entonces ganaría muchos más adeptos, o por lo menos unos más conscientes y críticos. No es que exista un afán en ganar aficionados, sino más bien el de honrar el trabajo detrás de las gigantes vallas publicitarias, prostituidas imágenes de lo que ya no corresponde a la profesión de un diseñador sino al último eslabón de la "Mcdonalización del mundo".
Berlín es una ciudad de arte, tal y como lo son New York, Barcelona o París. Pero en el momento que en una ciudad vende la moda como parte de un tour turístico y el tema alcanza empatar páginas con la sección de deportes, se deduce la atención que recibe esta industria, y se traduce al mismo tiempo que es una atractiva fuente de crecimiento económico. Cada Fashion Week genera 80 millones de euros a la ciudad, una cifra que justifica que el gobierno local le apueste todo a la industria y le ofrezca facilidades de crecimiento a nuevos y jóvenes diseñadores, así como mantener la plataforma para marcas locales más conocidas.
Un fenómeno como “el NY de los setenta”, donde una serie de acontecimientos históricos han fundado cientos de pequeños movimientos de arte underground en la ciudad son la razón de por qué los ojos están puestos sobre Berlín. De repente no es solamente la ciudad donde hubo un muro, sino la ciudad donde importantes expresiones y nombres están surgiendo. Marcas como LalaBerlin, Bless, Perret Schaad, cneeon, y más reciente, el diseñador Michael Sontag o FIN serán con suerte marcas de culto en algunos años.
Además de una justificación histórica, existe una razón más importante y que constituye el pilar de la industria: el diseño y la educación. Comunes denominadores de los diseñadores berlineses actuales son la influencia rusa y el Bauhaus se combinados con una razonamiento crítico y con exigencia de altos estándares de calidad en la mano de obra y los acabados. En las pasarelas destacan diseños limpios, geométricos, y avant garde, con acabados impecables, patronaje exquisito y materiales de primera. Sin embargo, cada marca desarrolla su propio discurso, trazado en sus intereses como diseñadores y lo más importante, siendo fieles a sus referencias más cercanas, esos minúsculos detalles de la cotidianeidad.
La mayoría de propuestas berlinesas producen sus líneas dentro de Alemania, creando empleos y una vez mas, ingresos al país. El ejemplo alemán es valioso desde una perspectiva de conocimiento, y de procesos dignos de seguir. Digo procesos, no diseños, porque como bien me gustaría recalcar el éxito esta en la originalidad, transparencia, y patrones que cada artista o diseñador vive y genera a partir de su realidad inmediata.
En Berlín existen tres universidades estatales de arte y otras tres escuelas que ofrecen la carrera de diseño de moda, además de varias posibilidades de formación para diferentes necesidades dentro de la industria de la indumentaria (no de la moda, siendo fieles a la traducción literal del término en alemán: Bekleidungindustrie). Guardando las distancias entre Berlín y el contexto costarricense, los modelos del primer mundo no pueden ser copiados, porque no corresponden a nuestro escenario.
Empezar planteándose cuáles son las referencias personales más cercanas puede ser un buen primer paso; absorber todo, desmenuzar todo. No podemos pretender ser lo que no tenemos, ni tener lo que no entendemos. Si el interés es el diseño responsable, un concepto valorado en Costa Rica por ejemplo, investigar sobre textiles orgánicos, reutilización de materia prima, conocer el significado de “zero waste design” y llevar el proceso hasta la última consecuencia para ser amigables con el ambiente: diseño activista. No hay pero que valga, cuando todo esta a un click de distancia.
Habría que plantear un sistema de diseño que se adapten a nuestro estilo de vida, clima y vestido, encontrar un proceso creativo y plástico propio, traducir sensibilidades en diseño y crear un manifiesto estético.
Diseñar es una profesión más, el resto son espejismos. Paralelo al diseño debería de crecer la autocrítica: ¿cuánto tiempo nos tomará ver más allá de la imagen editorial y valorar el producto en bruto? En nuestro pequeño país, bajo el incipiente trabajo en diseño de moda que se realiza, debe plantearse desde ya los cimientos sobre lo que construirá la futura industria. Que el partido no se convierta en mejenga, y la mejenga no se convierta en charanga.
Columna de opinión publicada en la primera edición impresa de www.lola-magazine.com Setiembre/2010. Costa Rica.